Por Ron Hanko
Tres grupos distintos de personas pertenecen a la iglesia elegida de Dios aunque al final todos ellos se reunieron en un solo cuerpo en Cristo. Hay, en primer lugar, aquellos elegidos en la tierra en un momento en particular de la historia (Efesios 1:10). Ellos se conocen como la iglesia militante, la iglesia que marcha en este mundo. En segundo lugar existen aquellos elegidos que ya han peleado la buena batalla, quienes han acabado su carrera y se han ido a la gloria junto al Señor. Ellos son la iglesia triunfante (2 Timoteo 4:7-8; Apocalipsis 6:10), aquella iglesia que ha guardado la fe. Por último están aquellos que pertenecen a la iglesia por elección pero aún están por nacer y ser llevados al arrepentimiento y a la fe. A ellos nosotros les llamamos la Iglesia latente, u oculta (2 Pedro 3:9), la cual vendrá al arrepentimiento y a la fe con el llamado de Dios (Romanos 8:29-30).
La iglesia que marcha en la tierra es llamada con mucha razón como la iglesia militante, la iglesia combatiente de nuestros tiempos. Ella se describe en las Escrituras como un ejército y escuadrón (Cantar 6:4, 10; Apocalipsis 19:11-16) y su llamado y su vocación es a la guerra (2 Corintios 10:3-4; 1 Timoteo 1:18; 2 Timoteo 2:4). Sus miembros han de ponerse la armadura de Dios (Efesios 6:10-18) y Cristo es su capitán por excelencia (Hebreos 2:10; Apocalipsis 19: 11-16).
El término militante significa que la Iglesia no sólo está lista para la batalla sino también que siempre se encuentra dedica a la guerra. Esa es toda la vocación y vida de la iglesia (2 Timoteo 2:4). También significa que la batalla aún no ha terminado y que para ella terminará hasta que haya partido de esta vida a estar con Cristo en gloria (vv. 7, 8).
La guerra de la iglesia no es meramente defensiva. La iglesia y sus miembros están llamados a llevar la batalla en el territorio y campo del enemigo con el fin de tomar la ofensiva. Sin duda, esto es a lo que la palabra se refiere en 2 Corintios 10:4-5: “porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia.” Este pasaje también enseña que la batalla es espiritual. Los enemigos (Efesios 6:12), el armamento (Efesios 13-17) y la propia guerra son todos espirituales pero esto no hace que la lucha sea menos real o difícil para sus miembros.
Los enemigos de la iglesia militante son Satanás, el mundo y nuestra propia carne pecadora; todo pecado y tentación en todas sus formas y dondequiera que se encuentre incluso en nosotros mismos. Contra tales enemigos la batalla no se puede combatir en un entorno político, económico, social, o poder militar. Sino más bien nuestra lucha es solo por la fe y por la Palabra de Dios (Efesios 6:13-17; 1 Juan 5: 4).
Es una lucha por las mentes y las almas de los hombres, una batalla contra las falsas ideas y herejías, así como contra la maldad y la tentación del mundo (2 Corintios 10:4-5; Santiago 4:7). Es una batalla en contra de todo lo hostil a Dios y contra todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios.
En esa batalla, sin embargo, no luchamos por la victoria. Nosotros peleamos en la victoria como los que ya la han obtenido a través del sufrimiento, muerte, resurrección y la ascensión de nuestro Señor Jesucristo. Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó (Romanos 8:37), sin embargo debemos pelear. No estamos aquí para disfrutar de nosotros mismos pero sí para ser soldados de Jesucristo (2 Timoteos 2:3-4).
Por lo tanto, ¿Usted está luchando o jugando a la iglesia?
Tomado de Doctrine According to Godliness por Ronald Hanko, pp. 226-227. Título en inglés: The Church Militant.
Para más información en Español, por favor haz clic aquí.
Para cualquier duda, comentario o información adicional sobre el material publicado en esta página web, o acerca de las Iglesias Protestantes Reformadas, envíar un correo a Doner Bartolon.