Por Herman Hoeksema [1]
El Catecismo de Heidelberg, Día del Señor 7, pregunta 20 y su respuesta nos dice que:
¿Son salvados por Cristo todos los hombres que perecieron en Adán? No todos, sino sólo aquellos que por la verdadera fe son incorporados en Él y aceptan sus beneficios.
Sin causar ningún desacuerdo serio, uno puede ir un paso más allá e insistir en que la fe es un don de Dios. En respuesta a la pregunta que puede surgir en estos temas ¿a quienes Dios concede fe? usted incluso puede y debe ser Escritural y Reformado y sostener que el don de la gracia es siempre otorgada únicamente a los elegidos de Dios. Sin embargo, ningún arminiano estará en desacuerdo con usted siempre y cuando deje espacio para la respuesta original al añadir que “Solo aquellos que creen en Jesucristo y lo aceptan como su Salvador personal son quienes realmente llegan a ser salvos.” Los arminianos dirán que los electos son todos aquellos que están dispuestos de creer en Jesucristo y aceptarlo como Salvador y por consiguiente son estos, quienes muestran esta disposición, que Dios otorga la gracia de la fe. Incluso los arminianos concederán y hará énfasis que la salvación es solo por gracia en ese sentido. Pero que el pecador reciba si o no esta gracia depende en última instancia de su propia voluntad. Así, todos los hombres no son salvos pero Dios si está dispuesto de salvarlos a todos. Por consiguiente usted debe dejar espacio para la buena intención en la oferta de salvación de parte de Dios para con todos los hombres tanto en el llamado hecho desde el altar como por la radio. Aunque la fe es un don de Dios al final la salvación debe ser presentada como el acto voluntario del hombre por el cual él acepta o rechaza el regalo de la fe y así a Cristo.
El Catecismo usa diferente terminología en su repuesta a la pregunta inicial, lo cual deja a los pecadores enteramente pasivos en las manos de Dios: “No todos, sino sólo aquellos que por la verdadera fe son incorporados en Él y aceptan sus beneficios.” Uno debe ser primeramente insertado a Cristo antes que el hombre pueda aceptarlo a Él como Salvador e incluso antes que pueda estar dispuesto de aceptarlo. Y ser insertado a Cristo es un acto de Dios, no del hombre. Siempre que el pecador no sea insertado a Cristo él estará muerto en sus delitos y pecados. Él no puede, él no querrá y él no podrá venir a Cristo a menos que él sea primeramente insertado a Él. Como pecador el hombre es muy activo en su ser. Él resistirá y rechazará continuamente el evangelio en incredulidad. Pero en cuanto a la salvación el hombre es totalmente pasivo. Cristo debe venir a él primero antes que él pueda venir a Cristo. La salvación es del Señor todo el tiempo. Pues, “no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” (Romanos 9:16).
Visto de esta manera la pregunta y repuesta 20 del Catecismo viene a ser muy seria. Ambas hablan no del hombre sino de Dios. ¿Son todos los hombres salvos? La respuesta evitando el universalismo es no, no todos, sino solo aquellos que a Dios le ha placido en Su gracia absolutamente soberana insertar a Cristo por medio de una viva y verdadera fe que les concede.
Incluso más allá, el Catecismo ofrece un concepto espiritual muy profundo de la fe salvadora: pues es el medio por el cual somos unidos a Cristo, la unión espiritual por la cual somos hechos un cuerpo orgánico con Él, de tal forma que por la fe vivimos de Él y obtenemos todo de Él, y es así como recibimos todos Sus beneficios de Él. La naturaleza esencial de la fe es nuestra unión con Cristo.
La fe no es una obra que nosotros realizamos para ser dignos de la salvación. Toda la obra que nos hace dignos de justicia, vida eterna, y gloria inmortal ha sido realizada y completamente terminada por Cristo. Incluso el don de la fe Cristo la mereció para nosotros por Su obediencia perfecta. La fe no es una condición en la cual depende la disposición de Dios para darnos la salvación que Cristo ya ganó para nosotros. No hay en absoluto, condiciones para la salvación. Es un acto libre y soberano de Dios.
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