por Ron Hanko
Cuando hablamos de los decretos de Dios y especialmente de la predestinación, es importante para nosotros ver que los decretos de Dios incluyendo los decretos de la elección y la reprobación, son incondicionales. De hecho, el segundo de los cinco puntos del calvinismo se describe como “la elección incondicional.”
¿Qué quiere decir esto? Significa que Dios en sus decretos no depende de ninguna criatura: Su voluntad—no la del hombre; es suprema. Los decretos de Dios como hemos visto, son Su voluntad, y Su voluntad es Su decisión en relación a todas las cosas. Que los decretos de Dios son incondicionales significa que Sus decisiones son antes que todas las demás decisiones de los hombres y de los ángeles, y que Él no espera por las decisiones de los hombres.
Que los decretos de Dios son incondicionales significa especialmente que en todo lo que Dios ha decretado Él no espera en los hombres para tomar Sus decisiones, ya que Él no puede ni nunca será interferido. Poniéndolo muy simple, la decisión del hombre no es la razón de la decisión de Dios, pero la decisión de Dios es la razón de la decisión del hombre. Si no fuera así, el hombre, no Dios, sería soberano, y la voluntad del hombre, no la voluntad de Dios, sería suprema.
El decreto incondicional de Dios es negado por aquellos que creen en el libre albedrío del hombre. Ellos insisten en que en la salvación es la decisión del hombre, no la de Dios, lo que realmente importa. Dios puede o nunca hará nada, dicen ellos, hasta que los hombres hayan hecho su decisión a favor o en contra de Cristo y del evangelio. Esto es una negación flagrante de la soberanía de Dios, y no puede de ninguna manera ser reconciliada con esa doctrina. Hace a Dios—al Dios vivo, dependiente de sus criaturas para Sus decisiones.
Por lo tanto, la elección se convierte en la reacción de Dios en el tiempo a las decisiones de los hombres. Esta falsa enseñanza dice que Dios elige a aquellos que primero le escogieron a Él, y que Él ama a los que le aman primero. Esto no sólo contradice la Escritura, que enseña que nosotros le amamos porque Él nos amó primero (1 Juan 4:10), pero también niega que la elección sea eterna e incondicional y que el Dios de la elección sea Soberano. Según dichas enseñanzas, Dios es poco diferente a los dioses de los paganos, que, como sus creadores, sólo puede reaccionar a los hombres y a sus hechos.
Otros al darse cuenta que la elección es eterna, se centran en la presciencia de Dios y dicen que Dios miró atrá vez del tiempo, y de antemano conoció y previó quienes creerían y luego los escogió por lo que harían. Tal elección hace también dependiente a Dios del hombre, y poco diferente de un adivino.
La Escritura enseña que los decretos de Dios son incondicionales. Romanos 9:15-16 dice que Dios tiene misericordia de quien Él quiere, y no en aquellos que aceptan su misericordia, y por lo tanto la salvación “no es del que quisiere [por mejor que es], ni del que corre [por obrar mejor].” Efesios 1:5 enseña que Dios escoge a las personas sólo por el puro afecto de Su voluntad, en un Inglés llano; simplemente porque Él quería, no porque ellos lo querían.
Cuán agradecidos debemos estar de que los decretos de Dios son soberanos e incondicionales y que por lo tanto no dependen de nuestras voluntades frágiles y cambiantes.
Tomado de
Doctrine According to Godliness por Ronald Hanko,
pp. 75-76.
Título en inglés: God’s Unconditional Decrees.
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