por Ron Hanko
Hemos defendido la verdad de que Dios tiene una sola voluntad acerca de la salvación y la condenación. Él no puede querer (en el evangelio) y no (en la predestinación) la salvación de los hombres.
Hay, sin embargo, una distinción legítima que se hizo en el tema de la voluntad de Dios. La Escritura utiliza la palabra voluntad para referirse no sólo a los decretos de Dios, sino también a sus preceptos. Sus preceptos, también, son Su voluntad para nuestras vidas, aunque en un sentido diferente.
En sus decretos Dios quiere que ocurran ciertas cosas para nuestras vidas en el sentido de que Él soberanamente las determina. En Su Ley también quiere ciertas cosas para nosotros pero en el sentido de que Él las ordena. Efesios 1:5 habla de Su voluntad decretiva, en Mateo 7:21 de Su voluntad preceptiva. Sus decretos revelan lo que se propone hacer mientras que sus preceptos revelan lo que el hombre debe hacer. Su voluntad decretiva incluye todo lo que Dios ha preordenado y que eso ocurrira. Su voluntad preceptiva revela todo lo que el hombre debe de hacer y ser.
Esta distinción se utiliza a veces en defensa de la idea de que Dios tiene dos voluntades contradictorias: que Él ordena (quiere) que todos los que oigan el evangelio creean en Jesucristo mientras al mismo tiempo ha decretado (quiso) que algunos no creerán.
Esto, creemos, es estár jugando con las palabras ya que el mandato y el decreto son dos cosas diferentes, aunque la palabra querer se utiliza para referirse a ambos. En el caso del decreto, la palabra querer se refiere a lo que Dios ha determinado eternamente. En el caso de su mandato, se refiere a lo que es aceptable y agradable ante Él. Estas dos no son lo mismo y con todo no existe conflicto entre ellas. Puede ser cierto que Dios manda lo que Él no ha decretado, pero aun así no hay conflicto alguno. ¿Por qué? Debido a que el precepto no es una palabra vacía sino más bien algo que Dios usa para cumplir su decreto.
Para decirlo más claramente, cuando Dios le ordena a alguien creer, esa orden, o bien; lo atrae irresistiblemente a Cristo en la fe salvadora (Juan 6:44), o lo endurece en incredulidad (Romanos 9:18; 2 Corintios 2:15-16), cumpliendo así con lo que Dios tiene decretado. Por lo tanto no existe conflicto en absoluto.
Tampoco hay ningún conflicto en la práctica. Cuando alguien se enfrenta a las exigencias del Evangelio, sólo tenemos que saber que la fe es lo que Dios requiere de nosotros. Debemos creer o pereceremos. Lo que Dios ha decretado no es nuestra preocupación y no puede ser nuestra preocupación cuando se enfrente a Sus justos preceptos. Nosotros vivimos por sus órdenes, no por sus decretos.
En la búsqueda de consuelo y seguridad, estamos entonces pensativos con el decreto de Dios. Luego debemos ver que la fe y la obediencia son los frutos del decreto de la elección de Dios, viendo en fe, arrepentimiento y santidad la prueba de nuestra elección.
Tomado de
Doctrine According to Godliness por Ronald
Hanko, pp. 79-80.
Título en inglés: God’s Will of Command and Will of
Decree.
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